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El lince ibérico se salva tras multiplicar por siete su población en libertad

Manuel Planelles

Madrid, Almuradiel, 11 de mayo de 2019, El País. – Pica, una joven hembra nacida en cautividad, ha sido la última en salir disparada de la jaula. Fue liberada el jueves en una finca pública situada en los términos de Almuradiel y el Viso del Marqués, en Ciudad Real. Forma parte ya de la población en libertad de lince ibérico (Lynx pardinus) de sierra Morena oriental. También de una historia de colaboración entre varias autonomías, dos países, la Unión Europea, ONG y otras asociaciones. En la misma semana en la que la jaula de Pica se abría, medio planeta se estremecía ante el informe de la ONU que constata que la sexta extinción masiva está en marcha. Pero la misma humanidad que pone en peligro a un millón de especies es capaz también de revertir la situación crítica a la que había llevado a este bello felino.

Aunque aún sigue en peligro, el grado de amenaza se ha conseguido reducir considerablemente en 20 años. En 2002 había solo 94 ejemplares en libertad. En el último censo, al que ha tenido acceso EL PAÍS, se ha detectado ya la presencia de 686. En 2002 solo quedaban dos poblaciones –una en Doñana (Huelva) y otra en Andújar (Jaén)– que ocupaban una superficie de 125 kilómetros cuadrados. En 2018 la superficie era de 3.064 kilómetros cuadrados repartidos por Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha y el sur de Portugal.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) rebajó en 2015 el nivel de amenaza del lince ibérico, que pasó de “peligro crítico” a “peligro” y, si la evolución actual continúa, a mediados de la próxima década se considerará solo “vulnerable”.

El programa europeo Life ha sido clave. Gracias a los fondos aportados por la UE y por las Administraciones españolas –cerca de 100 millones durante este siglo– se ha podido crear una red de cuatro centros de cría en cautividad que han permitido luego las reintroducciones para que este animal ocupe de nuevo las zonas en las que vivía hasta que empezó su declive a mediados del XX. Además, se ha conseguido implicar a la población local a través, por ejemplo, de convenios con propietarios de fincas. Ramón Pérez de Ayala, representante de WWF en el Life Iberlince, recuerda que cuando empezaron a trabajar en la zona de Ciudad Real en 2000 tardaron dos años en poder acceder a las fincas para localizar excrementos. Cuando volvieron en 2011 a la misma zona todo fueron facilidades y solo necesitaron dos meses para hacer el mismo trabajo.

El último censo es especial. “El proyecto Life Iberlince terminó en diciembre de 2018, por lo que el presente censo cierra un ciclo dentro del programa”, apunta el documento. “El proyecto ha supuesto un hito importante en la conservación de la especie ya que, con él, se ha iniciado la recuperación de la distribución histórica en Portugal y España mediante la reintroducción en áreas bien conservadas donde se han realizado minuciosos trabajos de selección y preparación”, añade.

El siguiente paso será reforzar la unión entre las poblaciones que ya hay en la Península. Para ello se está a la espera de que la Comisión Europea apruebe en junio un nuevo Life; ya van tres encadenados desde 2002. La del lince es la más importante de estas iniciativas europeas de conservación de la naturaleza de las aprobadas, además de ser la que más fondos ha recibido hasta ahora.

Pérez de Ayala fija como objetivos para la próxima edición consolidar las poblaciones y la conexión entre ellas con corredores ecológicos y poblaciones intermedias. En el último censo se resalta que ya se han registrado “más de 50 intercambios” de linces “entre diferentes áreas”. “Estos intercambios se han producido de forma natural (…), lo que indica que el fortalecimiento de esas conexiones en el futuro, trabajadas de forma activa, las hará mucho más viables”.

Para Pérez de Ayala lo más inmediato es conectar las cuatro poblaciones de sierra Morena: Andújar-Cardeña, Guadalmellato, Guarrizas y sierra Morena oriental. Y seguir con la reintroducción por la sierra norte de Sevilla y Huelva, un punto intermedio “vital” porque la población de Doñana y la de Portugal están aisladas. “De esa forma, se lograría la unión del eje Doñana, Portugal, valle de Matachel (Extremadura) y sierra Morena”.

El programa ha conseguido una tasa de supervivencia del 69% de los ejemplares reintroducidos durante su primer año en libertad. Este porcentaje supera el 50% de supervivencia que se había establecido hace una década.

Pero las amenazas –generadas por el hombre– siguen ahí. En toda el área de trabajo del programa se han registrado 277 muertes de ejemplares entre 2011 y 2018. Y más de la mitad –146– fueron por atropello. De esa cantidad, el 50% de los atropellos se produjeron en seis carreteras. El informe final apunta a la necesidad de trabajar en estas vías ya que las poblaciones actuales “van a seguir creciendo” y se va a tomar medidas para interconectarlas. “La experiencia demuestra que hay actuaciones preventivas relacionadas con el mantenimiento de los márgenes de las carreteras y vallados de autovías, limpieza de drenajes y obras transversales y radares de tramo que no solo evitarán atropellos de fauna, sino que contribuirán a una mayor seguridad vial”, concluye el documento.

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