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Tres camiones de basura para 250.000 personas

Ángeles Lucas

Dakar, Senegal, 30 de abril de 2019, El País. –  Bolsas y botellas de plástico aplastadas o revoloteando de tantísimos y tantísimos colores y grosores, piel y espinas de pescado, pañales, latas de cerveza, hojas de buganvilla, cubos, unos pantalones marrones, vasitos desechables, paja, redes, sacos, botes de cristal con sus tapaderas, periódicos, restos de verduras mojados… así hasta infinidad de desechos incontrolados se acumulan en los rincones, los árboles, las calles y las orillas del río Senegal a su paso por la ciudad de Saint Louis. La basura impacta sobre la escena de postal de esta villa, antigua colonia francesa de casas tonos pastel, patrimonio de la Unesco. La imagen se enturbia con toneladas de residuos sin gestionar, que contaminan sus aguas, obstruyen instalaciones, son tragados por su ganado e infectan los pies sobre chancletas de miles de niños y mayores. “Apenas hay tres camiones de residuos para 250.000 personas. En realidad, hay siete, pero cuatro no funcionan. Siempre falta alguna pieza”, reconoce el jefe de Gabinete del Ayuntamiento, Mai Biteye. “Sabemos que tenemos que hacer mucho más”, añade.

Un niño con un recipiente en la cabeza sale del mercado de las verduras y vuelca los desechos en la ribera del río Senegal. Será solo un par de kilos más de entre las toneladas que se van derramando hacia el agua. Por la zona apenas hay alguna papelera que facilite la labor y en una cuba grande azul se vuelca lo que el Ayuntamiento recoge en los camiones que pasan por el mercado. De ahí irá todo mezclado al vertedero al aire libre de Gandon, a 15 kilómetros al sur de la ciudad. Papeleras, barrenderos municipales, subcontratados, contenedores y carros de tracción animal que son capaces de entrar por las calles estrechas o de arena por donde el camión no puede acceder son los medios para recolectar toda la basura. Toda termina junta en ese vertedero: una superficie que desprende una humareda infesta con pequeñas llamas con las que se queman sus centenares de montículos y donde algunas aves osan sobrevolar esa especie de filmina de aire gris que impregna el pelo y la ropa durante días.

“A Gandon va todo mezclado y sabemos que nuestro sistema de recogidas no es eficaz, que tenemos que multiplicar el número de papeleras y que reorganizar la selección de basuras. Además de empezar a trabajar en la economía circular. Por ejemplo, que con los plásticos se fabriquen papeleras y que luego sean distribuídas en las casas. Ya estamos estudiando eso”, apunta Aly Sine, director técnico de servicios municipales, que alerta de la falta de conciencia ciudadana para la limpieza en las calles. “Realmente aquí el tema de la basura no es prioritario, la gente tira las cosas al suelo y ya está”, dice un residente en Saint Louis, donde también hay vecinos que se organizan para hacer batidas de limpieza, apoyadas con material por el Ayuntamiento, por donantes privados como el empresario Amadou Diaw o asociaciones como Maison des Enfants. También hay iniciativas de reciclaje y construcción sostenible como las del colectivo Hahatay, que ha levantado aulas y una radio con material reutilizado y prevé instalar un sistema de tratamiento de plásticos.

Uno de los habitantes, el profesor Cheick Sarr, ha conseguido adecentar un paseo en el muelle Quai Rome y crear una asociación para sensibilizar sobre la limpieza. “Un día haciendo running me di cuenta de que tenía que mejorar esto, comencé a recoger basura y la gente me decía que estaba loco. Solo ha habido algunas personas que se han unido a mi idea, pero es difícil”, declara mientras riñe a una vecina que vuelca la basura con un cubo directamente al río mientras él riega y cuida los árboles que ha plantado en el corredor. “Es un problema real, no hay una cultura de gestión de residuos entre la gente local, y también faltan infraestructuras”, analiza el arquitecto Thomas Mfomo, que ha realizado un trabajo titulado Unidad didáctica de reciclaje urbano. Intervención en la trama de Saint Louis. Cómo recuperar espacios urbanos degradados para conseguir una mayor satisfacción ciudadana, en el que propone un centro de reciclaje urbano con usos industriales y docentes.

“En la historia estaba la solución, Saint Louis es una ciudad costera y tradicionalmente ha tenido desechos orgánicos como de la pesca, que son biodegradables. Antes no se generaban tantos residuos dañinos. Pero con la introducción de productos importados ha entrado bastante plástico, sobre todo en el ámbito de la alimentación, porque todavía no se ha proliferado tanto el comercio textil o electrónico”, señala Mfomo, que plantea que los desechos, bien gestionados, revierten de forma positiva en la población. Mientras que esto ocurre, los niños mendigos explotados en las escuelas coránicas rebuscan entre la basura las botellas de plástico que estén en mejor estado para venderlas luego por unos céntimos a las personas que hacen zumos caseros; y Sine indica que están en conversaciones con quienes van al vertedero a recoger residuos, utilizados también para hacer cimientos para sus casas. “Vamos a para ver de qué forma se puede formalizar la situación de los que utilizan la basura, porque hemos visto que da riqueza”, indica el técnico.

“La batalla es más importante en Saint Louis que en Dakar, hay todavía más margen de maniobra para que se pueda ejecutar una solución efectiva. Es una ciudad intermedia, que son más importantes en África, porque será también donde crezca más la población con las migraciones urbanas”, señala el experto. Está estimado que en África residan alrededor de 2.400 millones de personas en 2050, el doble que ahora, por lo que la demanda de alimentos, el consumo y por ende, los residuos aumentarán exponencialmente. En este sentido, respecto a la erradicación del plástico, el continente “avanza en el camino correcto”, según reconoce ONU-Medioambiente. “En África, la política más común en el ámbito de los países es la prohibición o los impuestos sobre las bolsas de plásticos. Mauritania fue el primero en adoptarla, que se aprobó por la pérdida de hasta el 70% del ganado por la ingestión de plástico. Hoy han tomado medidas similares Senegal, Costa de Marfil, Mali, Ghana, Kenia, Etiopía, Malawi, Mauricio, Zanzíbar (Tanzania) y Uganda. En Camerún y Sudáfrica hay impuestos”, se lee en el informe Desafíos y soluciones emergentes de plástico terrestre en África (2017) de la revista científica Elsevier.

El Gobierno de Senegal aprobó en 2015 la ley para La prohibición de la producción, importación, posesión, distribución, uso de bolsas plásticas de bajo micronaje y la gestión racional de residuos plásticos. Una normativa de título extenso, pero de laxo cumplimiento. Son los niños los que venden centenares de bolsas de plástico amarillas y azules en el mercado de Saint Louis, donde un barrendero municipal trabaja recogiendo la basura del trajín de alimentos. “Hay un montón de plásico, de restos de comida, hay de todo en suelo”, cuenta ataviado con guantes, mascarilla y gafas de sol. Él cobra directamente del gobierno local, pero a unos metros, un grupo de mujeres subcontratadas para despejar la arena de las carreteras marcha en manifestación hacia el Ayuntamiento. “No nos pagan desde hace tres meses, y no podemos seguir así”, se quejan entre varias. Fuentes municipales alegan que la empresa subcontratada no les está transifiriendo los sueldos.

“En Senegal, la producción de desechos se estima en 190 kilos al año por habitante. En su mayoría se abandonan o se queman, lo que provoca una considerable contaminación en el suelo, el aire y el océano. La generación de residuos incrementa a medida que a la aumenta la población urbana y el desarrollo y, además, los residuos se importan a granel de los países desarollados, que a su vez cada vez producen más desechos”, informa la asociación Zéro Déchet Sénégal, que ha grabado con un dron el vertedero de Gandon y estima que su extensión alcanza las 27 hectáreas. La entidad diagnostica varias causas que provocan esta situación: “Toda la cadena de valor de los desechos falla en Senegal. Los envases de un solo uso han invadido el país en pocas décadas (plásticos en particular) y han interrumpido los patrones de consumo sin que la población esté educada para gestionarlo; el servicio público no cumple su función de colección; y cuando se realiza, no existe una solución de tratamiento viable y el Gobierno repele esta necesidad cada año”, considera su presidenta Charlotte Spinazze. Alegan también que el ambiente está muy afectado por esta “inacción” y que ha surgido una economía sumergida de recuperación de residuos donde se trabaja en condiciones insalubres.

La Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID) tiene previsto cofinanciar con 44 millones de euros un proyecto de promoción de la gestión integral y de la economía de residuos sólidos en Senegal en el que, de momento, también participaría el Banco Mundial con otros 44 millones y la Agencia Francesa de Desarrollo. “El proyecto constará de tres componentes: Mejora de la infraestructura y el servicio de gestión de residuos en las aglomeraciones seleccionadas; fortalecimiento de la gobernanza del sector y la capacidad institucional; gestión, coordinación, monitoreo y evaluación del proyecto”, se lee en el documento de formulación de la iniciativa, cuya implementación está prevista en Saint Louis, Matam, Sédhiou, Kolda, Ziguinchor, Dakar y Thies.

Mientras, la asociación Zéro Déchét insta a concienciar para que se reduzcan los residuos. “El mejor residuo es el que no se produce; rechazar, evitar, reutilizar, estos son los motivos de nuestra lucha. También abogamos por el reciclaje y el compostaje de los que no se pueden evitar”, añaden desde Zéro Déchet Sénégal. “La batalla del residuo no está tanto en reciclar más sino en producir menos. Hay que ir más allá de limpiar, hay que generar nuevos modelos de consumo”, considera Mfomo. Y para ello, es recomendable empezar desde pequeños. La Maison des Enfants ha instalado en una de las playas de la región estructuras con forma de peces que los menores han rellenado con residuos del entorno.  “Lo hicimos para sensibilizar a los niños acerca de la higiene, la limpieza y el respeto por el medio ambiente”, señala Isabelle Visart, de la asociación.

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