Dra. Ángela A. Camargo Sanabria *
Chihuahua, Chihuahua, México, 29 de abril de 2024.- Los congresos académicos son espacios donde comunicamos nuestros hallazgos, hacemos redes de trabajo y también, atraemos nuevos estudiantes a nuestras líneas de investigación. Cuando eres padre/madre, sobre todo de infantes y bebés, asistir a un congreso es una decisión que involucra considerar logística, dinero y tiempo. Una cultura de inequidad para los padres en la academia, especialmente para las madres, que representa una barrera para el avance de las carreras principalmente de las investigadoras jóvenes ya ha sido puesta sobre la mesa (Goulden et al. 2011) y varias propuestas para hacer los congresos más amigables con las familias han emergido desde varias áreas (Bos et al. 2017, Calisi et al. 2018).
En octubre pasado, asistí al IX Congreso Mexicano de Ecología acompañada de mi pequeña y habiendo ido dos semanas antes a otro congreso, pero sola, pude comparar mi desempeño y nivel de atención. La decisión obvia y quizá más sabia, fue prepararme bajando mis expectativas sobre el grado de participación y concentración que podría tener. Aunque conté con ayuda de su niñera y mi hija se portó bastante bien en los simposios a los que entramos, el cerebro de mamá nunca estuvo 100 % presente.
El número de charlas y eventos académicos y sociales nocturnos a los que pude asistir fueron mínimos y no fue sólo porque no quisiera alterar -tanto- los horarios de mi hija, sino porque el cansancio físico y mental, desde el viaje, se fueron acumulando.
Definitivamente, la organización puede hacer más para facilitar y fomentar la participación de l@s académic@s padres/madres. La más básica es considerarnos desde el inicio de la planeación del congreso y para eso, debe preguntar si iremos con nuestros hijos y si requerimos algún tipo de apoyo.
A partir del número de respuestas, tal vez sea recomendable crear una comisión que se encargue sólo de este aspecto. Los apoyos pueden ser desde económicos hasta áreas de lactancia, guardería (en el lugar del evento), actividades para la primera infancia durante el congreso, preferencia en la asignación de fechas para presentar, además de pequeñas facilidades como credenciales para el asistente y sus acompañantes. Esta comisión también debería velar por que todo el staff esté sensibilizado ante la presencia de los pequeños en el evento.
Al respecto comento uno de los sucesos que me ocurrieron: en un auditorio en el que el piso de madera sonaba al más mínimo movimiento, mi pequeña que jugaba en el piso hizo algún leve ruido, la persona ayudante de la sala llamó la atención, yo levanté la mano y le dije que era mi hija. Creo que hacían más ruido las personas que constantemente entraban y salían de la sala que los juegos de mi pequeña, pero la incomodidad se sintió.
Consideremos que estas mínimas interrupciones son un pequeño precio a pagar en el camino a la inclusión. Descansando en el piso del salón Mazariegos durante el conversatorio de “Ecólogas más allá de la academia”. A partir de una encuesta rápida e informal que hice en uno de los chats del congreso (n ∼ 450), identifiqué que de 49 padres/madres académicas, 20 fueron con su(s) hijo(as) al congreso. Esta estadística nos dice que su presencia pudo ser varias veces más notoria.
Preguntémonos como padres, como miembros de una sociedad científica y como académicos que repetidamente buscamos involucrar a las nuevas generaciones en las decisiones de conservación de la biodiversidad: ¿nos interesa tener a esos bebés, infantes, adolescentes en nuestros congresos? ¿cuántos son y a cuántos podríamos atender en los eventos de la SCME? ¿qué podemos hacer para tener congresos más diversos y humanos? Por mi parte, aun cuando viajar con mi hija sea cansado, es una experiencia que repetiría.
Quiero que mi hija vea desplegar mis facetas como investigadora, mentora y amiga.
* Artículo para el Boletín de la Sociedad Científica Mexicana de Ecología. Ángela A. Camargo es mamá, colombiana y bióloga de la Universidad Nacional de Colombia, Maestra y Dra. en Ciencias, actualmente adscrita al programa Investigadores e Investigadoras por México de la SECIHTI comisionada a la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH). Sus intereses se inscriben en las áreas de la Ecología de Comunidades y la Biología de la Conservación. Particularmente le gustan las interacciones entre especies y las consecuencias de su pérdida. Se ha enfocado en sistemas planta-mamífero, pero recientemente se ha involucrado en el estudio de carroñeros y parásitos. También le interesa el área de la diversidad funcional y de la ecología de los mamíferos. Ha trabajado en selvas húmedas y secas y actualmente en zonas áridas y semiáridas. Forma parte del comité técnico académico de la Red Temática de Biología, Manejo y Conservación de Fauna en Ambientes Antropizados (REFAMA) y colabora con sociedades científicas como la SCME, la AMMAC y la SWAN. Contacto: [email protected]