Hermosillo, Sonora, México, 30 de junio de 2020, México Ambiental.- Hacia el final del siglo XVII, el padre Eusebio Francisco Kino fundó la Misión de Nuestra Señora del Pilar y Santiago de Cocóspera, en los terrenos donde se asentaba el pueblo del jefe tribal pima Cola de Pato, quien entabló amistad con el jesuita y se sumó al proyecto que este tenía para unificar y evangelizar a los pueblos del desierto de Sonora.
Actualmente, el
templo de adobe y ladrillo que los pimas y los jesuitas construyeron, es
atendido e investigado por expertos del Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH), quienes buscan preservarlo y hacer frente a los efectos de
antiguos ataques apaches, terremotos, saqueos y otras consecuencias derivadas
del abandono y el paso del tiempo.
Como parte de la
campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura, y del ciclo de
conferencias “Tardes de Caféinah, 2020”, del Centro INAH Sonora, el arqueólogo
Júpiter Martínez expuso en conferencia virtual las recientes acciones de
exploración arqueológica y de conservación arquitectónica realizadas en la ex misión.
Desde Hermosillo, el
investigador comentó que, durante las más recientes temporadas de campo,
verificadas en 2019, se hicieron sondeos y excavaciones al exterior del templo,
localizando fragmentos de huesos humanos en el derruido baptisterio.
Los restos óseos, probablemente
de individuos inhumados en nichos bajo el piso del área bautismal, se
encontraron visiblemente afectados por el saqueo, de allí que los dos únicos
huesos recuperados, fueron un fragmento de fémur y un cráneo fracturado; ambos
fuera de sus contextos originales, dijo.
“El cráneo estaba
colocado en una esquina del baptisterio y tenía encima una roca, lo que nos
hace suponer que fueron los propios saqueadores quienes, en su frustración,
aventaron la piedra y quebraron el cráneo”.
La fragilidad de Cocóspera
se debe a que “… literalmente fue hecha pedazos por buscadores de tesoros”
quienes, bajo el mito del oro jesuita enterrado bajo de los templos, la irrumpieron
en búsquedas sin sentido y sin resultados.
“Incluso, debajo de
la misión hay un túnel de 14 metros que los gambusinos hicieron para buscar
cámaras secretas que no existen”, explicó el arqueólogo al referir que las
misiones jesuitas vivían, esencialmente, de la ganadería y agricultura.
Júpiter Martínez explicó
que otras áreas trabajadas en 2019, fueron la sacristía y el sector noroeste
del templo; en ambos espacios se consolidaron los muros de adobe a fin de
proteger los acabados interiores de la edificación, compuestos por altares de
ladrillo recubiertos con aplanados de yeso y algunos restos de pintura mural
franciscana, cuya orden religiosa reocupó el inmueble a finales del siglo
XVIII, cuando los jesuitas fueron expulsados de la Nueva España.
El investigador dijo
que la restauración de la nave principal del templo sería inadecuada ya que se
estaría contraviniendo los estatutos internacionales de conservación
patrimonial.
Dicha acción
afectaría notoriamente el paisaje del pueblo de Cocóspera, toda vez que, por sí
mismas, las ruinas de la ex misión son testimonios de la historia de la
evangelización en el septentrión novohispano, de la resistencia indígena y de
fenómenos como el terremoto de 1879, que colapsó las dos torres del inmueble.
Ahora mismo la ex
misión es un sitio de referencia para la población cercana, la cual sigue
ocupando el terreno posterior al edificio como cementerio, situación que
complica las tareas de investigación arqueológica, ya que bajo las mismas
tumbas yace el poblado virreinal de Cocóspera y el muro perimetral que lo
delimitaba.
“Hemos localizado
muros de adobe, accesos, tejas y otras evidencias del pueblo que está enterrado
debajo del cementerio. Hay que recordar que alrededor de las misiones se
establecían poblaciones enteras; en Cocóspera, sabemos, había pimas, yaquis,
apaches, españoles, franceses, migrantes y toda clase de individuos”, finalizó.