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El conocimiento de la existencia natural y social no es propiedad exclusiva de la ciencia ni lo divino de las religiones: científico de Ecosur

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 24 de abril de 2018, México Ambiental.- El conocimiento de la existencia natural y social no es propiedad exclusiva de la ciencia como tampoco el conocimiento de lo divino es propiedad de la iglesia, el clero o la espiritualidad, ni privativo de sus juicios y determinaciones, sostuvo Fernando Limón  Aguirre, investigador del Departamento de Sociedad y Cultura de ECOSUR, al referir que lo que conocemos de la vida, de la naturaleza y la sociedad es por nuestra propia experiencia y la experiencia histórica de nuestro pueblo y cultura, además también, por lo que dicen ciertas personas a las que les concedemos alguna autoridad, en este caso en el ámbito de la ciencia o de la teología religiosa.

 

Con la ponencia ¿Pueden las ciencias construir esperanza?, el académico participó el pasado 20 de abril  en la 1era Jornada de diálogo entre ciencia, sociedad y teología, organizado por la Facultad de Teología del Seminario Conciliar de la Inmaculada Concepción.

 

Afirmó que el conocimiento de lo natural y social así como de lo divino, cuando intentan ir a profundidad es una forma de descifrar que hay, para entender y cuando entendemos podemos conocer, en este caso hablamos de una disposición amorosa y de reciprocidad, esta es la apropiación de algún tipo de conocimiento -como los conocimientos indígenas y sus relaciones con los territorios- no obstante hay otra posesión; conocemos para controlar y cuando controlamos desentrañamos, en este caso nos referimos a una preponderancia del poder.

 

Mencionó que en el caso de la ciencia, por lo general, no tiene cabida la escatología, es decir, la comprensión del ser y del actuar, si se quiere conocer lo existente y tangible se omite lo divino, lo que no se ve, por lo tanto se intensifican la lógica y las leyes, que no necesariamente nutren relaciones armoniosas más bien abonan al interés del poder, el control y la subordinación.

 

La ciencia en la medida en que se ha quitado de encima ciertos principios dogmáticos de fe ha podido penetrar en lo que se consideraba misterios incontables, pero al mismo tiempo, y bajo lógicas de intervención y control, está utilizando los conocimientos que va desentrañando de la vida para contribuir a intereses particulares que normalmente corresponden a los grupos dominantes. Nos preguntamos entonces: ¿cuál es el fin último del conocimiento?, ¿pueden las ciencias construir esperanza?

 

La esperanza es vivir con causa, es vivir con anticipo de lo que anhelamos, y se constituye cuando soñamos despiertos y suavizamos colectivamente el mundo anhelado con armonía entre nosotros y nuestra madre tierra.

 

En algún punto habló sobre la colonialidad de nuestro ser y nuestro pensamiento, es decir, que lo que hacemos y pensamos nos mantiene reproduciendo las estructuras injustas y de opresión,  que casi todo lo que hacemos nutre al poder y cuya función es controlar, ver y dominar la subjetividad y la intimidad de cada cual.

 

Y concluyó: el ser humano se rige bajo dos conceptos: esperanza y concienciación: “La esperanza como convicción del ser humano es lo que está convocado a ser y que aún no es: ser pleno, vivir en armonía, vivir en la paz y la justicia, la diversidad, la solidaridad, el amor y el respeto. La concienciación es el nombramiento de los horrores de lo que hay y de lo que acontece con la potencia de la palabra para que desde el dolor se genere transformación. En ambos casos se produce conocimiento”.

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