Aidé Jiménez Martínez y Mariana Ayala Angulo
Ciudad de México, México, 2 de septiembre de 2020, México Ambiental.- La relevancia cultural, económica y biológica del algodón –arbusto del género Gossypium– es indiscutible. De las fibras de su fruto se obtienen telas, materiales de curación e incluso billetes, y de sus semillas se extrae aceite y se alimenta al ganado. Nuestro país es el centro de origen del género Gossypium con once de las trece especies diploides (G. armourianum, G. lobatum, G. gossypioides, G. aridum, G. laxum, G., shwendimanii, G., thurberi, G., trilobum, G., davisonii, G., turneri y G. harknesii) y una tetraploide (Gossypium hirsutum). En 27 de los 31 estados de la República Mexicana se ha reportado la existencia de especies nativas de algodón. [1]
Aunque se conocen alrededor de cuarenta especies de Gossypium en todo el mundo, la industria del algodón depende de cuatro especies: G. hirsutum, G. barbadense, G. arboreum y G. herbaceum. De éstas, G. barbadense se encuentra presente en el sur de México y se considera una especie introducida proveniente de Sudamérica, mientras que G. hirsutum –especie de la que nuestro país es centro de origen y diversidad– contribuye con el 90% de la producción comercial mundial, y ha provisto al mundo de valiosos cultivares.
Contexto y normatividad
El cultivo de algodón genéticamente modificado (GM) en México empezó desde 1996. En la actualidad, se calcula que más del 96% del algodón que se siembra en nuestro país es GM, y, ya que la producción no cubre la demanda requerida, más del 50% de la fibra –GM casi en su totalidad– se importa principalmente de Estados Unidos. En México, los estados líderes en la siembra de algodón GM son Chihuahua y Baja California, seguidos por Coahuila, Durango, Sonora y Tamaulipas. El algodón GM sembrado en nuestro país contiene genes modificados para la resistencia a lepidópteros (Cry1Ab/Ac, Cry2Ac, Cry1F y vip3A) y para la tolerancia a herbicidas como el glifosato (cp4-epsps). En un inicio los desarrollos biotecnológicos de plantas GM incluían uno o dos transgenes, pero hoy incluyen de cinco a seis transgenes, lo que hace más complejo el análisis de riesgo.
La Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (LBOGM) se publicó en 2005. En ella se establecen tres etapas de liberación al ambiente de Organismos Genéticamente Modificados (OGM): liberación experimental, liberación en programa piloto y liberación comercial, con requerimientos específicos para cada una de ellas. Dicha ley establece a su vez que compete a la Semarnat otorgar los permisos de liberación al ambiente de especies GM silvestres y forestales, y que la Sader está encargada de los relativos a especies GM de cultivos agrícolas. A la fecha, la Sader ha recibido todas las solicitudes de permiso de liberación. Sin embargo, de acuerdo con la LBOGM, los permisos otorgados por la Sader deben contar con un dictamen de bioseguridad vinculante de la Semarnat, cuya realización corresponde a la Dirección General de Impacto y Riesgo Ambiental (DGIRA).
La Dirección General del Sector Primario y Recursos Naturales Renovales (DGSPRNR), a través de la Dirección de Bioseguridad, Biodiversidad y Recursos Genéticos (DBBRG), ha dado opinión técnica sobre diecinueve solicitudes de liberación de algodón GM en diferentes etapas (Tabla 1). La opinión técnica de las solicitudes ha sido desfavorable. Para siete de ellas se pidió una reconsideración, pero la opinión técnica volvió a ser desfavorable (Gráfica 1).
Las opiniones generadas por la DGSPRNR para la toma de decisión de los dictámenes vinculantes se basaron en argumentos técnicos y jurídicos. Esto implicó: a) la revisión de reportes de liberaciones previas; b) la consideración de reportes científicos sobre el riesgo de que se produzcan daños a la diversidad biológica; y c) el cumplimiento del artículo 108 de la LBOGM, que trata sobre consultar a los pueblos y comunidades indígenas asentados en las zonas donde se pretenda liberar OGM. Resta aclarar que la DGIRA también recibe opiniones técnicas de otras entidades del sector ambiental, como el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
El riesgo de introgresión del algodón GM
Se han encontrado transgenes en siete de las ocho metapoblaciones de algodón silvestre, a más de 500 km de los sitios de liberación de algodón GM más cercanos. [2] La distancia es considerable, y demostraría que no han sido efectivas las medidas de bioseguridad para contener el flujo génico y la dispersión de la semilla. Esto hace necesario que se investiguen los procesos que dieron lugar a la dispersión de transgenes.
Por otro lado, se ha informado sobre valores altos de flujo génico entre metapoblaciones silvestres en la misma área de estudio donde se encontró presencia de transgenes, lo que podría homogeneizar la variación genética de algodón. [3] Esto puede indicar un riesgo de introgresión del algodón GM hacia algodón silvestre, alterando la diversidad del pool genético, con consecuencias complejas que aún se desconocen para la especie. Se ha reportado que la capacidad reproductiva del algodón introgresado es mayor que la de las plantas silvestres y domesticadas, y existe, por lo tanto, una preocupación sustentada ante el aumento del potencial de invasividad sobre plantas silvestres, si el algodón adquiriera genes de resistencia a malezas.
El número de individuos silvestres en etapa de maduración de G. hirsutum es inferior a 2,200, y está disminuyendo. Se proyecta incluso una reducción en el rango del 30% en las próximas dos generaciones. Estos datos son importantes, pues recientemente nueve especies de Gossypium se sumaron a la lista de especies en riesgo de la Norma Oficial Mexicana 059. Como resultado, doce especies de algodón se consideran ahora en peligro de extinción (P), amenazadas (A) o sujetas a protección especial (Pr) (Tabla 2), y diez de ellas son endémicas.
Más especies: más alternativas
La conservación de germoplasma vegetal es de gran importancia, ya que cada especie representa una alternativa más en la futura toma de decisiones. La diversidad genética no sólo forma parte de nuestra identidad biocultural, sino que podría ayudar en el desarrollo de soluciones a enfermedades o perturbaciones ambientales difíciles de predecir, como el cambio climático. Además, es preciso mencionar que la mayor parte de la variación genética se encuentra en los centros de origen, y éste es el caso de México para diversos cultivos, entre los que se cuenta el algodón.
En centros de origen y diversidad genética como nuestro país, es importante actuar de manera determinada en la conservación de especies, y más aún si éstas se encuentran catalogadas en riesgo. México enfrenta una gran responsabilidad ante diferentes factores como la introgresión de transgenes cada vez más complejos y su acumulación hacia poblaciones silvestres de algodón.
En México no se está provocando un paro en la producción de algodón GM. Actualmente hay 22 permisos de liberación en etapa comercial –permisos para los que no se establece una vigencia–, pero tales solicitudes fueron menos complejas que las que se están haciendo ahora. Nuestro país tiene hoy una dependencia biotecnológica de empresas transnacionales. Para que disminuya esta dependencia, debemos empezar a trabajar en alternativas sustentables hechas para las condiciones y necesidades del campo mexicano, el cual forma parte de un país megadiverso y megacultural que es, a su vez, centro de origen y de diversidad genética.
Notas
[1] Claudia Pérez-Mendoza et al (2016). “Recursos genéticos del algodón en México: Conservación ex situ, in situ y su utilización” en Revista Mexicana de Ciencias Agrícolas 7:1, pp. 5-16.
[2] Ana Wegier (2013). Diversidad genética y conservación de Gossypium hirsutum silvestre y cultivado en México. Tesis doctoral, Universidad Nacional Autónoma de México
[3] Ana Wegier et al. (2011). “Recent Long-Distance Transgene Flow into Wild Populations Conforms to Historical Patterns of Gene Flow in Cotton (Gossypium hirsutum) at its Centre of Origin” en Molecular Ecology 20, pp. 4182-4194.