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Atapuerca abrirá al público una cueva de hace dos millones de años

Madrid, España, 30 de mayo de 2017, ABC.- La Cueva Peluda se encuentra en los yacimientos de la Sierra de Atapuerca y forma parte de un complejo de galerías que se formaron, aproximadamente, hace más de dos millones de años. El acceso no es fácil. Para entrar es necesario reptar por una grieta que da paso a un lugar extraño: un conducto rectilíneo de dos metros de altura del que cuelgan unas raíces que semejan cabellos negros impregnados de brillos, en realidad, son gotitas de agua. Esta imagen de ensoñación, que podrán ver los más curiosos a partir del 17 de junio, se debe a la presencia de árboles en su superficie, sobre todo encinas y quejigos que buscan la humedad.

«Queremos que se visite la Cueva Peluda y se conozca su interior, para que la gente vea de dónde salieron los yacimientos antes de que el ferrocarril cortara las calizas. Como el recorrido para los visitantes de Atapuerca ha sido hasta ahora solo en la superficie, muchos se preguntan dónde están las cuevas. Esta visita permitirá dar una imagen real de donde se han depositado los fósiles humanos», explica Eudald Carbonell, codirector de Atapuerca quien acompañó a ABC durante toda la visita.

La Peluda se descubrió antes de que los yacimientos de Atapuerca existieran como tal. Se encontró cuando empezaron las obras del trazado del ferrocarril, a finales del siglo XIX. Precisamente fueron las obras de estas vías las que dejaron al descubierto los yacimientos al atravesar la Sierra para abrir paso a las vías. La Peluda se conocía como la «Cueva de la vía» por los lugareños, pero se volvió a cerrar. «No fue hasta la década de los 70 cuando los militares, con explosivos, abrieron la cavidad nuevamente. El grupo espeleológico Edelweis la encuentra en 1972, más o menos cuando empieza el equipo de Atapuerca», explica Cristina Cuesta, arqueóloga y miembro de la Fundación Atapuerca.

 

Dos galerías

La cueva tiene dos galerías, la principal, de unos 105 metros de profundidad y unos dos metros de altura. Alberga también chimeneas que alcanzan los ocho metros de altura. El recorrido obliga a elevar la mirada para admirar un paisaje que tardó millones de años en formarse.

A cada paso, hay un rastro de historia. Y también de belleza. Por ejemplo, por la cantidad de «macarrones», es decir, tubos circulares y huecos, que dan nombre a las estalactitas en su fase inicial de formación. «Estas se forman gracias al agua que llega a la cueva, la cual disuelve el carbonato cálcico de la roca caliza, que se cristaliza y forma estalactitas, de más de un metro», añade Cuesta. Cuando las estalactitas se unen a las estalagmitas (que están en la parte inferior) dan lugar a columnas con formas indescriptibles que permiten dar rienda suelta a la imaginación.

En cuanto a los hallazgos, en la Cueva Peluda no se han encontrado restos humanos pero sí herramientas, que utilizaron nuestros antepasados. El objeto hallado (lasca del modo 2) en sí no se ha datado pero puede que pertenezcan a nuestros antepasados de hace entre 350.000 y 450.000 años, posiblemente preneandertales».

Además, en la cueva hay restos de animales: aves, tortugas y sobre todo de osos, que entraban a hibernar y en ocasiones no sobrevivian. «Hemos hallado restos en conexión anatómica, es decir, todo el esqueleto tal y como se quedó en el momento», recuerda la arqueóloga. De hecho, la primera intervención arqueológica que se hizo fue con Trinidad Torres en los años 70, un ingeniero de minas que hacía una tesis sobre dientes de oso y sabía que en la zona podía encontrarlos. Aparte de restos, pueden verse zarpazos de osos en algunas partes de la cueva.

El paisaje prehistórico

Pero no solo pasaron animales y algún antepasado pasearon por allí. En la cueva pueden verse también grafitis de los años 20. Destaca uno del Ateneo Popular del año 1929, como parte de las actividades culturales que se hacían en el momento, una de ellas, reunirse en cuevas de Atapuerca.

Aparte de esta visita, se propone otra alternativa para conocer la flora y la fauna de la zona. «Queremos que la gente vea el paisaje, la flora y fauna actual y la relación de nuestra prehistoria hasta la actualidad. Tenemos la suerte de encontrar muchas cosas que nos dicen cómo era el paisaje hace un millón de años y conocer los usos de las plantas que se hacían hace millones de años», concluye Cuesta.

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