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Descubren el «antepasado perdido» del primer animal que caminó sobre la tierra

Gonzalo López Sánchez

Madrid, España, 30 de octubre de 2019, ABC Ciencia. – El planeta Tierra siempre está cambiando, aunque no se pueda ver a simple vista. Pero en el plazo de cientos de millones de años, los continentes viajan de un sitio a otro, se forman mares y se levantan cordilleras. En millones de años, nacen volcanes e islas y otras desaparecen bajo la erosión o se derrumban bajo su propio peso. Los polos magnéticos se mueven, los ríos modifican su curso y el clima cambia. Así que se puede decir que el planeta está vivo. De hecho, gracias a eso los seres vivos también están en constante transformación: continuamente aparecen y desaparecen especies, a lo largo de la evolución surgen «innovaciones», como la fotosíntesis, el sistema nervioso o la vida terrestre, que no existían en tiempos pretéritos.

Pero comprender cómo fue la vida en el pasado no es sencillo porque los seres vivos no dejan cordilleras a su paso, sino tan solo pequeños fósiles fragmentados, que a veces apenas permiten reconstruir unos pocos capítulos de toda esa historia. Ahora, un estudio que se acaba de publicar en Nature ha revelado un hallazgo que es clave para reconstruir un hecho crucial de los animales vertebrados: el paso de la vida en los océanos a la vida sobre la tierra. Los científicos han identificado una nueva especie, llamada Parmastega aelidae: este es el tetrápodo más antiguo reconstruido de forma completa. Los tetrápodos son criaturas, de cuatro extremidades, que vivían en el océano y que se aventuraron a caminar y a arrastrarse sobre la superficie terrestre hace al menos 390 millones de años, cuando la Tierra atravesaba el periodo Devónico. Además, son los ancestros de anfibios, reptiles, aves y mamíferos, incluyéndonos a nosotros mismos.

«Parmastega nos permite echar el primer buen vistazo a un tetrápodo realmente temprano», ha explicado a ABC Per Erik Ahlberg, primer autor del estudio e investigador en la Universidad de Uppsala (Suecia). «Hasta ahora, los únicos tetrápodos del Devónico de los que tenemos material –los géneros Ichthyostega, Acanthostega y Ventastega– son del propio final del Devónico», ha proseguido. Pero Parmastega aelidae cambia esta situación.

¿Quiénes fueron los primeros animales que caminaron sobre la superficie terrestre? ¿Cómo eran, cómo se fueron moldeando con el paso de los millones de años? Los fósiles que permiten «fotografiar» aquel momento tan crucial en la historia de la vida, pertenecen, como ha indicado Ahlberg, a la etapa final de aquel proceso. Sencillamente, los restos de momentos más recientes están compuestos por piezas tan fragmentadas –trozos de mandíbulas, miembros aislados– que no es posible saber cómo eran; tan solo sabemos que existieron.

Varias especies clave en el paso de la vida acuática a terrestre: algunos peces, que desarrollaron cuatro extremidades, comenzaron a aventurarse por tierra firme, hace cientos de millones de años – Wikipedia

Por suerte, los fósiles de Parmastega permiten «reconstruir la cabeza completa y la cintura escapular –la parte del miembro superior más próxima al cuerpo–», ha dicho el autor. Por eso, esta especie «ilumina una fase de la evolución de los tetrápodos de la que hasta ahora sabíamos muy poco».

¿Qué se sabía hasta ahora? Las huellas más antiguas de un tetrápodo sobre la tierra tienen 390 millones de años. Los tetrápodos mejor conocidos rondan los 360 millones de años de antigüedad y los restos más fragmentados, pero antiguos, tienen hasta 373 millones de años. El nuevo tetrápodo, Parmastega aelidae, tiene 372 millones de años y está muy completo.

Los fósiles de esta especie se hallaron en la formación Sosnogorsk, unas calizas que provienen de una antigua laguna costera tropical y pero que hoy forman parte de la rivera del río Izhma, cerca de la ciudad de Ujtá, al noroeste de Rusia. Por entonces, los Urales no se habían formado y la Rusia occidental y Siberia eran continentes separados por un océano.

Parmastega aelidae vivió en una laguna salobre separada del mar por una barrera de antiguos corales. Se cree que este lago estaba habitado por una rica fauna de peces lobulados y placodermos (peces primitivos blindados).

Parecido a un cocodrilo, pero no demasiado

Por capricho de la naturaleza, hasta 100 «huesos» de Parmastega aelidae quedaron insertados en la formación de calizas. Gracias a eso, a lo largo de una campaña financiada por la «National Geographic Society» los investigadores pudieron extraer los minerales y disolverlos fácilmente para obtener los restos fósiles.

Así se han hallado huesecillos de individuos pequeños y grandes (el mayor tenía una cabeza de alrededor de 27 centímetros de largo), de varias edades. Se ha observado que los rasgos de Parmastega son muy similares a los de los peces, lo que indica que son animales muy primitivos, es decir, más adaptados a vivir en el océano que aventurarse en tierra firme. De hecho, tal como ha averiguado el equipo de Per Erik Ahlberg, esta criatura no llegó a vivir en tierra firme: es un tetrápodo primitivo que pasó la mayor parte de su vida en el agua; fueron sus «parientes» posteriores, más recientes, los que sí se aventuraron a dejarla atrás.

«Se puede decir que Parmastega se parece a un cocodrilo y que no se parece», ha explicado Ahlberg. «La forma de su cabeza era muy parecida a la de un caimán, lo que indica que pasaba mucho tiempo flotando en la superficie con los ojos sobre el agua». Y, a la vista de su dentadura, equipada con unos fuertes colmillos superiores y unos finos dientes de aguja, parece claro que era un depredador.

Fósil de los dientes de «Parmastega aelidae», antepasado de aves, reptiles, anfibios y mamíferos – Pavel Beznosov

Sin embargo, a diferencia de los reptiles, su esqueleto estaba compuesto casi por completo de cartílago, un tejido de sostén mucho más elástico y blando que el óseo: «Esto significa que no podría haber sido un animal terrestre; probablemente pasó la mayor parte de su vida en el agua», en opinión de Ahlberg.

Un cazador de las orillas

Además de eso, los científicos han encontrado huellas de unos canales que forman la línea lateral, un órgano que en los peces que capta vibraciones y movimientos en el agua para detectar la corriente o a las presas.

Por todo eso, se sospecha que Parmastega quizás cazara cerca de la orilla de la laguna tropical donde se hallaron sus restos. Ahlberg sospecha que quizás atacase desde el agua, capturase a su presa y que después volviera a la protección de su medio. Por entonces, en la superficie terrestre había grandes artrópodos, como milpiés o escorpiones marinos.

La compleja evolución

Entonces, ¿qué implica la existencia de Parmastega aelidae? «Ya sabíamos que la transición del agua a las playas no fue un proceso evolutivo tranquilo», ha explicado Per Erik Ahlberg. Por ejemplo, se sabe que fósiles de animales que tienen rasgos intermedios entre peces y tetrápodos (Panderichthys y Tiktaalik) no representan animales de transición, sino que son supervivientes más recientes de ese fenómeno. En el caso de la especie actual, que es el fósil más antiguo, no es precisamente lo que se esperaría de él: «Parmastega, era algún tipo de navegante de la superficie que seguramente pasaba la mayor parte de su vida en el agua».

Por eso, tal como ha concluido Ahlberg: «Parece que hubo mucha experimentación adaptativa y ecológica en la orilla del agua durante el Devónico». En vez de una progresión «dirigida», parece que hubo muchas idas y venidas, y una buena dosis de improvisación. Así es como parece funcionar la evolución de los seres vivos en este mundo tan cambiante.

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